DÍA DEL #PERRO, #Argentina - Junio 2

  El Día del perro en Argentina es el día 2 de junio, 
es la celebración a las mascotas 
preferidas del mundo. 
 
Desde su establecimiento en la mayoría de países 
(aunque la consideración de día festivo fue en muchos casos tardía) 
por acuerdo de distintas asociaciones de protección para los animales, celebrado en París en 1988, 
es una jornada de homenaje a los canes.

La fecha de la celebración fue elegida por medio de un estudio estadístico obtenido en distintos países alrededor del mundo, 
donde curiosamente se demostró que el 12 de septiembre 
es el día mas conmemorativo, 
ya que según dichas estadísticas es en esta fecha cuando nacen en el mundo más caninos que en cualquier otro día. 

Es un caso curioso que podría deberse a una especie de inteligencia colectiva, pues la mayor parte de la población de perros en el mundo ha nacido en este día.

 
 

Monumento a Greyfriers Bobby en Edimburgo    
En Edimburgo, en Escocia, encontramos otro clásico del tema: 
Greyfriars Bobby, un skye terrier, 
que desde que su amo murió en 1858 y hasta que él mismo 
lo hizo catorce años después, 
no dejó de visitar una sola noche su tumba. 
También él tiene una preciosa estatuaen Edimburgo.

Y en otro orden de cosas, siempre nos queda el caso de Laika, 
la perrita Laika, 
el primer terrícola que habitó el espacio, 
el primer astronauta y el único tripulante del Sputnik 2. 
Una perrita mestiza probablemente mezcla de husky y de terrier, 
cuyo nombre no significaba contrariamente 
a lo que algunos puedan pensar, 
“laico, que no pertenece al clero”, sino “ladradora” 

Tommy era un perro vagabundo hasta que un día encontró un hogar.   Pero su anciana dueña un día se fue.    
Se murió dejando sólo a Tommy.    
Desde entonces, Tommy asistió a la iglesia, 
todos los días, a los distintos oficios que se producen en la iglesia, 
ya sea una misa,  un bautizo, una boda… 

Particularmente emotivos los entierros, 
pues parece que al ver un féretro, 
Tommy se abalanza y lo acompaña, como si esperara que de la misma manera que la vio por última vez dentro de uno de ellos, 
de otro distinto vuelva a salir por su pie su afortunada dueña, 
afortunada digo por tener un amigo como Tommy.

Monumento a Hachiko












Pero la de Tommy no es la única historia de fidelidad a prueba de bombas protagonizada por un perro. La más conocida tal vez sea la de Hachiko, un perro japonés de raza akita. 


En 1924, Eisaburo Ueno, profesor de la Universidad de Tokio, compró el perrito para regalárselo a su hija. Hachiko fue enviado en una caja cerrada desde Akita hasta Shibuya en un largo y penoso viaje de dos días encerrado en un furgón de carga. 

Cuando los sirvientes del profesor recogieron el paquete y lo abrieron, creyeron que el perro estaba muerto, pero al llegar a la casa, el profesor le ofreció un vaso de leche y el perrito revivió.

El perro lo despedía todos los días, y cuando Eisaburo volvía, en la estación del tren se hallaba invariablemente Hachiko esperándolo. 
El 21 de mayo de 1925 Eisaburo sufrió una 
hemorragia cerebral mientras daba clases y murió. 

Hachiko, como de costumbre, corrió a la estación a recibir a su amo, y al no verlo llegar, 
no abandonó jamás aquella terminal, 
quedándose a vivir en ella los siguientes 
nueve años de su vida. 
Los viajeros lo alimentaban y lo cuidaban, 
y se hizo tan popular, que en abril de 1934, 
en presencia del propio Hachiko, 
le fue erigida una estatua en la estación. 

Un buen día Hachiko dejó de esperar puntualmente a su amo: 
no lo hizo sin morirse, cosa que ocurrió el 8 de marzo de 1935. 
Su cuerpo fue disecado y guardado en el Museo de Ciencias Naturales. 

En 1944, en plena Guerra Mundial, 
la estatua de Hachiko, que era de bronce, 
se fundió para fabricar armas. 

Pero en agosto de 1947, se le erigió una nueva que aún existe.

Muy parecida es la historia del compatriota de Tommy, 
Fido, de Borgo San Lorenzo, en Italia, 
que en la década de los 30 y los 40 también acompañaba a su dueño Luigi a la estación de ferrocarril, 
y también lo recibía, hasta que un día, 
por razones que excedían la capacidad de comprensión de Fido, 
éste no volvió. 
Luigi había sido reclutado para acudir al frente ruso en 1943. 

Desgraciadamente, Luigi no volvió jamás, 
uno más de los muchos mártires que se cobro 
la Segunda Guerra Mundial. 
Fido en cambio, 
no dejó de acudir a la estación hasta los inicios 
de los años 50 en que viejo, 
y con una grave artritis, 
fue hallado sepultado bajo la nieve. 

En memoria de Fido se erigió una estatua 
con su imagen al lado de la estación de ferrocarril 
que Fido visitó diariamente durante más de 20 años.

En España está el caso de Canelo, perrito gaditano que acompañaba a su dueño al Hospital Puerta del Mar de Cádiz a recibir su tratamiento de diálisis, hasta que un día el hombre falleció. 

Canelo se quedó esperándolo a la puerta del hospital doce años, 
hasta que el 9 de diciembre de 2002, 
él mismo fue atropellado. 
Una calle en Cádiz lleva su nombre y 
como Hachiko o Fido, 
tiene también su estatua.

En Durazno, en Uruguay, 
el perrito Gaucho recorrió más de 50 kilómetros 
para llegar al hospital en el que estaba su amo, acompañándole hasta el día de su muerte, 
y luego durante entierro. 
En el cementerio, 
Gaucho custodió la sepultura hasta que él mismo murió. En Durazno tiene una estatua frente al cementerio.

En Argentina, se habla de un caso no menos curioso, pues el perro llamado Capitán fue capaz de encontrar la tumba de su amo en el cementerio en el que había sido enterrado sin que nadie le indicara donde se hallaba, con su solo olfato. 
Y desde que la encontró, se presenta a saludarlo todos los días 
a las 6 de la mañana. 
Pero mejor que yo, se lo cuenta el encargado del cementerio.

CUANDO ELLOS SEAN LUZ
Cuando ellos sean luz se quedarán conmigo,
porque también seré luz compartiendo el destino.
Cuando me llene de ausencias me quedaré dormida,
atravesando el túnel que anuncie mi partida.
Porque cuando ellos sean luz ya no será vida mi vida,
sólo seré el recuerdo que no deja dolor, 
porque no habrá despedidas.
Del mismo puerto saldremos juntos,
con las valijas vacías,
y con el alma tan cándida,
que sólo habrá alegría.
Más allá de los mares entre tormentas tranquilas,
yo gritaré ladrando o maullando: 
Gracias vida, esta pasada vida mía.
Y alguna estrella cercana será nuestra brújula amiga,
entre patas y lamidas, entre Dioses e islas vacías.
Cuando ellos sean luz, luz será mi partida.
Cuando ellos sean luz, luz será mi alegría.
Jen De Lacroix

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